La crisis de mis 40

Tengo 38 años, inicio este escrito hablando sobre mi edad, ya que, como el lector habrá imaginado, la edad juega un papel crucial en este relato. Siempre he tenido la inquietud de escribir sobre este tema, pero nunca me había decidido a hacerlo. Sin embargo, durante una conversación con un amigo, él me alentó a plasmar mis pensamientos en papel y hasta me regaló el título "La crisis de mis 40". 

Además, me motivó el recuerdo de cuando, a los 16 años, deseaba escribir sobre lo que experimentaba en esa etapa de la vida, algo que habría llamado "La crisis de mi adolescencia". Lamento profundamente no haberlo hecho, ya que, de haberlo escrito, este sería mi segundo trabajo, y habría sido fascinante comparar mis sentimientos a los 16 años con los de ahora, a los casi 40. No quise correr el riesgo de llegar a los 60 y querer escribir un libro titulado “la crisis de mis 60” y sentir lo mismo que siento ahora por no haber escrito este libro. Como no tengo intención de repetir errores, creo que ha llegado el momento de hacer algo de lo que no me arrepienta.

La verdad es que, a los 16 años, no me animé a escribir. Esto se debió a que entre el hecho de que nunca era seleccionado para jugar ningún deporte en la escuela y también al hecho de que todas las chicas de mi edad parecían haber tomado la decisión colectiva de ignorarme o simplemente tenerme como amigo, las ganas de escribir pues no eran muchas. Por lo que, pienso que tampoco habría hecho un buen libro. Más bien, habría sido una narración de desdichas y desventuras. A la larga, eso tampoco habría sido una obra maestra, estoy seguro, al igual que este escrito. Sin embargo, este tal vez sirva como guía para muchos hombres de mi edad que sienten que han recorrido gran parte del camino de la vela de su vida y no se sienten satisfechos, y tambien, como un medio para desahogar el torrente de palabras que fluyen de mis dedos cada vez que me siento frente a un ordenador, que vienen acompañadas de breves destellos de lucidez o de su pérdida, que me convierten en escritor por un momento.


Siguiendo esa línea, he llegado a darme cuenta a lo largo de estos años que uno tiende a arrepentirse más de lo que no hizo que de lo que sí hizo, a menos que las acciones realizadas hayan tenido un impacto definitivamente negativo en la vida. En ese caso, sí sería apropiado lamentarse por lo que se hizo. Con esa misma lógica, entonces considero que es una virtud, una bendición, lamentarse solo por las oportunidades que se dejaron pasar y que de alguna manera nos causaron dolor, pero solo eso. Son muchas las cosas que pienso que debí haber hecho, como escribir ese libro, como haber ido al gimnasio no solo a preguntar por la matricula, por ejemplo, así como también hay cosas que hice y que lamento, como decidir ir a un lugar donde mis desventuras se multiplicaron o decirle que si a ese vendedor piramidal que se llevó mis ahorros con la promesa de multiplicarlos, etc.

Sin más dilaciones, y entrando en detalles, lamento no haber correspondido a aquella hermosa jovencita de quince años que un día me dijo: "Quiero ser tuya y que seas mi primer amor". Mi respuesta, una de las cosas más estúpidas y tontas que un hombre puede decirle a una mujer en una situación así, fue: "No, mi amor, yo te respeto. Si estás destinada para mí, algún día nos casaremos y juntos disfrutaremos de las mieles del amor por primera vez". A estas alturas, seguramente se imaginan que esa chica me dejó y, al cabo de un mes, ya estaba con otro, quien resultó ser un hombre de poca calidad moral. Sin embargo, era mucho más astuto, mucho más inteligente que yo, sobre todo mas malicioso que yo en cosas del amor, y al que siempre envidiaré y odiaré por igual. Un acto, por demás estúpido, cuyas consecuencias pagué al universo de manera muy costosa durante años, con intereses, moras y cualquier otro gravamen imaginable.

A partir del párrafo anterior, muchos lectores ya se estarán haciendo una idea de lo que trata este libro. Sí, se trata de desventuras y aventuras, de errores y estupideces que parecen acompañarme constantemente (irónico, cuando acabo de decir que no escribí un libro por esas mismas razones exactas). Casi con horror, me he dado cuenta de que el universo no castiga los malos actos, por lo menos no es su principal interes a diferencia de Dios que creo está mas centrado en esa parte, lo que si hace el universo es que de ninguna manera perdona ni pasa por alto un acto estúpido. Puede que usted esté pensando: "Bueno, al menos no llegué a la estupidez que cometió este tipo". 

Sin embargo, he descubierto que esto es una especie de historia jamás contada de todos los hombres. Todos tenemos nuestros cuartos oscuros, de los cuales quizás nadie escribiría. Son cosas de las que avergonzarnos, y me he dado cuenta de que no estoy solo. Al igual que yo, hay hombres que un día estaban felices y al siguiente, como por arte de magia, se descubren más disminuidos, se sienten más envejecidos y miran hacia atrás para contemplar el legado que han dejado. Y puede que, (quizás no todos, felicitaciones a los que sí), no se sientan felices con lo que ven.

Miramos hacia atrás y nos preguntamos: ¿dónde está ese joven soñador que alguna vez creyó ser dueño del mundo, aquel joven capaz que anhelaba ser emperador de un país lejano? ¿Dónde están mis sueños? Porque al mirar hacia atrás, en el mejor de los casos, no veo nada, y en el peor, solo veo cosas que no me gustan. Y, sobre todo, ¿por qué ayer no me importaba y hoy de repente esta sensación se ha vuelto descabelladamente fuerte? Por cierto, el descabellamiento es parte de lo que potencia el desconcierto.

De que va esta historia


Como muchos hombres, fui un niño normal que jugaba con muñecas, nah mentira.  Fui un niño normal que jugaba como todos los niños. Durante la adolescencia, tuve que trabajar, y ya de joven experimenté una vida común, con las típicas aventuras y desventuras de esa etapa. Amores perdidos, amores soñados, y noches de pasión solitarias dedicadas a aquellas muchachas que solo tenían que cruzarse en nuestro camino para encender nuestras pasiones (ustedes creo que me entienden). Pero este relato no trata de eso. Simplemente quería dejar claro que tuve una infancia y juventud comunes, como muchos otros, con la que todos podemos identificarnos. Tenía un amigo en el trabajo que solía decir: "El que niega que hizo eso, niega a su madre". Aunque me parecía una exageración, creo que expresaba una verdad sobre la importancia de ser honesto en cuanto a nuestra adicción mas común.

Cuando éramos niños, todos nos imaginábamos una vida adulta llena de las aventuras propias de los adultos, con las que soñábamos que estaríamos rodeados. Una vida repleta de mujeres, teniendo novias, amantes, robando corazones, destrozándolos y, de vez en cuando, entregando el nuestro para que también fuera aniquilado. Porque si bien se dice que las mujeres tienen fama de ser malas eligiendo compañeros, los hombres no se quedan atrás; al final, suelen terminar despechados por aquellas que, sinceramente, parecían semáforos advirtiendo que no debíamos cruzar esa calle bajo ninguna circunstancia, y sin embargo, allí íbamos, desbocados. En algunos casos, éramos guiados por instintos primitivos, o simplemente éramos víctimas de la disonancia cognitiva que algunas mujeres (especialmente las malas) aplican e instigan casi de manera instintiva. 

Sin embargo, a medida que pasan los años, uno como hombre siente que debería haber hecho más. No sé si es el hecho de que nos ponemos expectativas tan grandes cuando niños. Pero es una sensación general sentir que no estamos en el lugar que planeamos estar a la edad que tenemos. Es decir, podemos tener lo normal y estar agradecidos con Dios, la vida, el universo con todo. Pero indudablemente esperábamos más. Y creo que de allí viene el problema.

Esto se potencia cuando nos comparamos con otros. Por ejemplo, el otro día estaba en una fiesta, y de repente un hombre joven, que no llegaba a los 30 años, me lo presentan y me dicen que es uno de los socios de una firma de abogados prestigiosos de la ciudad. Veo al tipo que además es alto, de cuerpo esbelto, con una cara tallada por los ángeles, veo con quién viene y es una joven hermosa espectacular, en fin. Hasta allí, me sentía en seria desventaja. Porque, recapitulemos: joven, guapo, atlético, rico, exitoso y con una mujer hermosa tomada del brazo. Sin embargo, pues aceptable, esas cosas pueden pasar.

Solo que, a medida que avanzaba la fiesta y el conjunto de rock amenizaba la celebración, dejando fluir su talento y demostrando gran capacidad artística, se les ocurrió en el fervor de la noche decir: "¿quién de aquí canta para que pase a deleitarnos?" ¿Y quién pasó? Exacto, el joven guapo y seductor. Como un gusano pensé, pues a lo mejor no se luzca mucho. Nada más alejado de la realidad. Aquel joven se quitó el saco, se quedó en camisa de manga corta y comenzó a cantar de una manera magistral y extraordinaria éxitos del rock como “Time”, “Old Rock All Rock”, “Believer”, “Bohemian Rhapsody” de Queen, “The Less I Know The Better” y “High Hopes” de Panic y “Thunder”. Obviamente, La banda estaba avergonzada y yo con la boca abierta, al borde de un derrame cerebral.

Hasta ahí, mi paciencia con el cosmos llegó a su límite. Salí afuera y grité al cielo con locura: "¿Qué más podrías darle? ¿Qué es lo que queda allá arriba que no le hayas dado? ¿Un par de alas, quizás? ¿Un miembro de 30 centímetros? ¿Quéee?". Dios mío, no tengo palabras para describir el torbellino de sentimientos que afloraron en mí y me llevaron a estallar en una carga emocional de injusticia y reclamo, sinceramente, no sé hacia quién, pero realmente me hizo sentir pequeño, insignificante, del tamaño de un insecto. No solo por las dimensiones comparativas entre él y yo, sino también por lo que estaba sintiendo y sabía que me posicionaba como un pésimo ser humano. Creo que eso es era único en lo que podía sentirme superior a él. La verdad es que no quise seguir conociéndolo, porque tal vez descubriría que es un donador de sangre voluntario, que dona a la caridad como norma y que en sus ratos libres ayuda a atender los problemas de hambre en África y a los niños y ancianos abandonados de la calle. Así que, para no seguir golpeando mi ya maltratado ego, decidí dejar las cosas así e imaginar que es una mala persona.

continuara.....
   

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