El Origen del Universo

 

Sobre el origen del universo se ha escrito de todo, es un tema del que se ha dicho mucho, ya sea desde el punto de vista científico o del religioso, ambos bandos presentan posturas bastantes firmes y apoyadas en sus creencias. Aunque la ciencia siempre afirma basarse en las observaciones, la verdad es que hace falta tener bastante fe para creer algunas de sus posturas; muchas de ellas tan inverosímiles como algunas creencias de la fe religiosa.

Pues bien, con este escrito no pienso despotricar de un bando y apoyar al otro. Al contrario, pretendo llegar a varios acuerdos que nos permitirán mejorar nuestra visión del universo, empleando la cosmovisión de ambos. Porque aceptémoslo, algunos preferimos la fé y otros la ciencia y los de un lado no se van a pasar al otro. Entonces, la solución que yo encuentro es la de hallar puntos de convergencia entre ambas posturas claramente antagonizadas por sus seguidores, pero más unidas de lo que pensamos en sus principios y fines. Con lo anterior, dejo claro que tanto la religión como la ciencia tienen la razón en muchos de sus postulados, y también pueden estar equivocadas en muchas de sus premisas. No obstante, son muchísimas más las conclusiones y deducciones en las que se apoyan mutuamente.

Partamos de un hecho, la religión y la ciencia no son enemigas, al contrario son grandes amigas que se comunican todo, pero que tienen un medio de comunicación (seres humanos) que filtra la información que fluye de uno y otro bando de forma muy deficiente. Pero, así como no hay una sola prueba contundente del origen del universo que pueda presentar la religión (me refiero a que vaya más allá de la fé; ya que por la fé yo creo lo que dicen las escrituras), la ciencia tampoco puede hacerlo desde sus encumbrados saberes. Por ejemplo,  no hay una sola prueba de vida más allá de la muerte que pueda dar la ciencia, y la religión tampoco puede probar que hay un más allá, entonces mientras no haya veredicto difinitivo somos libres de elegir una opcion de pensamiento ¿ya ven como no todo es malo?. 

Otro tema, es que no hay ningún estudio científico que pruebe, entre otras cosas, que Dios no existe. Del mismo modo, no hay ningún criterio bíblico que pueda probar que la ciencia se equivoca en muchas de las excentricidades que predica. Stephen Hawking, el gran científico al que muchos injustamente tildan de un gran ateo y de haber dado cuerpo al ateísmo moderno, en sus libros, poco refleja su convicción atea, ya sea porque quería captar al público cristiano del mundo (mayoritario), que es mucho, o porque respetase la imposibilidad de probar la no existencia de un Dios desde un punto meramente científico (creo que fue por esto ultimo). Él siempre hizo conjeturas sobre la creación del universo, que aunque no necesitaba un creador, dejaba los grandes dilemas sin resolver a la existencia de uno. Su máxima obra “Breve historia del tiempo” termina con la frase: cuando comprendamos el universo, entonces comprenderemos a Dios porque sabremos cómo Él piensa. A mí no me parece lo anterior, el pensamiento de un ateo, me parece el pensamiento de alguien que analizó mucho y llegó a la sabia conclusión de que no hay suficientes datos científicos como para excluir a Dios de la ecuación del universo, (aunque en su teoría lo manifieste abiertamente) o que por lo menos grandes preguntas al respecto del universo sólo puede ser explicadas desde la concepción de un Dios creador.

 ¿ESTAMOS SOLOS?

Al respecto, la biblia nos presenta un panorama bien claro, nos explica cómo y cuándo el universo fue creado; nos dice que primero Dios creó los cielos y la tierra. Pues bien, ese principio bíblico parece ubicar a la tierra, (este planeta que los científicos han identificado como una pequeña partícula de polvo en el universo), como el centro del mismo. Por ahí, parece que ya la interpretación bíblica se aleja del pensamiento científico, que afirma que la tierra no es ni de cerca el centro del cosmos. Ahora bien, más allá de que la tierra sea físicamente el centro o no del universo, está el hecho de que en este insignificante planeta estamos nosotros y parece, por lo menos la ciencia y la ecuación de Drake no pueden aún probar que lo siguiente no sea cierto: que somos los únicos seres en el universo capaz de darse cuenta de que están solos o que pueden preguntarse o creer presuntuosamente que son el centro del universo. 

Al respecto, un aporte científico significativo que contribuye a este tema es la famosa ecuación de Drake, la cual ofrece una estimación científica sobre el número de civilizaciones que podrían existir en el universo o en sus proximidades, aunque algunas de sus variables y parámetros aun son desconocidos, como el numero de planetas potencialmente habitables y en cuales de ellos se pudiera haber desarrollado vida, aun así, las estimaciones calculadas arbitrariamente; basados en la cantidad de planetas descubiertos en los años recientes, podría sugerir, que se trata de miles de civilizaciones, quizás cientos de miles, según la fuente calculada (Carrigan, 2012). Por lo que resulta curioso que, a pesar de ello, nadie de esos mundos haya notado nuestra existencia en casi 200.000 años de historia humana.

Sin embargo, imaginando un poco, es posible que alguien en alguno de esos mundos haya percibido a los dinosaurios en algún momento, incluso habrá algunos extraterrestres posando con uno de ellos en una foto, quizás un visitante kepleriano que cazó en la Tierra hace unos 100 millones de años haya aprovechado una de sus visitas para tomarse un par de fotos con los únicos seres que existian en la tierra para ese momento. Estas ideas sugieren un universo fascinante que podría tanto existir como no existir. Quizás he acertado en mis especulaciones, o tal vez la oscuridad de la noche está afectando mi claridad de pensamiento. Tristemente es innegable que hasta ahora todo parece indicar que estamos solos en este planeta y que nunca veremos la mentada foto de cacería Jurassica.

Un hecho curioso y reconfortante, que nos permite sentirnos algo afortunados, es que los dinosaurios existieron durante millones de años, exactamente 145 millones de años. Esto señala una considerable separación temporal entre algunas de sus especies. Por ejemplo, la diferencia entre el Tyrannosaurus Rex y el Stegosaurus es de alrededor de 90 millones de años, mientras que nuestra separación del Tyrannosaurus Rex es de poco menos de 70 millones de años, según la fuente consultada (Brett-Surman et al., 2012). Es decir, hay más tiempo separando a algunos dinosaurios entre sí que a nosotros de la era jurásica. Esto nos permite comprender la vasta escala temporal en la que estos imponentes animales poblaron la Tierra.

Es asombroso pensar en la cantidad de tiempo que los dinosaurios ocuparon nuestro planeta. Y, a pesar de ello, durante su reinado, ninguna de estas criaturas parecía tener conciencia de su propia existencia o la capacidad de cuestionar su entorno, lo que plantea un panorama melancólico, para no decir triste y sin propósito. A pesar de tener millones de años para desarrollarse, nunca alcanzaron un nivel de conciencia similar al nuestro. Es decir, no hubo un solo dinosaurio que en 145 millones de años haya podido platearse la pregunta ¿ estamos solos en el universo? O sea, poblaron la tierra por millones de años, habitaron, fueron enormes,  maravillosos y monstruosos, pero ninguno fue consciente de su propia existencia. Vivieron, crecieron, murieron, pero ¿Realmente existieron? ¿Es decir, ellos supieron de su existencia? ¿El universo supo de ellos?

Este hecho nos lleva a plantear la posibilidad de que, si una civilización extraterrestre lanzó señales de comunicación a la tierra en esa epoca, podrían haber interpretado la ausencia de respuesta solo de las siguientes maneras: que no hay vida en la Tierra (habiendo de hecho), o que la vida existente no es inteligente (siendo esta la acertada) o que, siendo inteligente, no tiene interés en comunicarse con otros seres, o simplemente no es capaz de responder. Este dilema nos recuerda a nuestra propia situación actual, donde hemos enviado señales al espacio durante casi un siglo sin recibir respuesta.

De esta manera, podemos inferir que en nuestro vecindario cósmico puede haber vida que aún no ha alcanzado un nivel de inteligencia suficiente para comunicarse con nosotros. Esta posibilidad nos lleva a considerar si nuestro universo galáctico aún se encuentra en una etapa prehistórica. En tal caso, podríamos haber nacido demasiado pronto (un hecho casi lamentable para todos los que vimos Star Trek), antes de que la comunicación interestelar se vuelva común y los viajes intergaláctico sean una realidad cotidiana.

Aunque el telescopio espacial Hubble ha detectado varios planetas potencialmente habitables, es posible que aún no haya vida inteligente capaz de captar nuestras señales o que habiendo vida esta no sea inteligente, o que no le interesemos. Es esta sensación de soledad y la búsqueda de significado lo que nos lleva a reflexionar sobre la existencia de un ser superior (tema que abordaremos a profundidad mas adelante).

Basándonos en lo expuesto, podemos concluir que la ausencia de seres vivos en otras regiones del universo, o la falta de respuesta de vida inteligente a una distancia de al menos 70 años luz (el tiempo necesario para que nuestras primeras transmisiones de radio y televisión vayan y regresen), nos indica que, al menos dentro de ese radio, somos la única forma de vida inteligente. Otra interpretación plausible es que, aunque pueda haber vida inteligente en nuestro entorno capaz de captar nuestras señales, simplemente no les interesamos o no poseen la tecnología necesaria para responder a nuestro mensaje o para visitarnos. O sea, nuestra conclusión actual es muy similar a la de nuestros hipotéticos mensajeros de la era de los dinosaurios. Lo que nos hace plantearnos la pregunta ¿Habrán dinosaurios en nuestro vecindario galáctico?.

¿Qué dice la Biblia?

Hay que acordar, que la Biblia no ofrece una respuesta directa sobre si estamos solos en el universo. No obstante, si bien no aborda explícitamente la posibilidad de vida extraterrestre, algunos versículos, como Salmo 19:1 y Isaías 45:18, sugieren la vastedad y la diversidad de la creación divina. Lo que ha llevado a interpretaciones variadas sobre este tema. Estos pasajes resaltan la grandeza y la gloria de Dios manifestadas en el cosmos, pero también enfatizan el propósito específico de la Tierra como un lugar habitado por la humanidad. Es decir, la Biblia se centra en la relación entre Dios, la humanidad y la creación terrenal. restando importancia a la relevancia de la tierra en el cosmos o su papel en el vecindario universal, con lo que deja abierta la posibilidad de la existencia de vida más allá de nuestro planeta, o por lo menos no prohibiendo pensar en eso. 

Por lo tanto, aventurarnos a decir que no existe vida extraterrestre por la biblia, es por lo menos un error de humildad. Ni Hawking se atrevió a tanto, (de hecho evito negar la existencia de Dios), y aunque algunos científicos se cierran a la posibilidad de la existencia de un Dios creador, también son muchos los que apoyan o que por lo menos no lo ven como una imposibilidad descartable. Es decir, tal como hemos venido afirmando la ciencia y la biblia necesitan mucho de la fé para subsistir. Yo necesito fe para creer en un Big Bang creador espontaneo, tanto como para creer en una palabra divina que lo formó todo, y mientras no hayan pruebas concluyentes mas allá de toda duda razonable, pienso que lo más prudente, sabio y sin soberbia, es aceptar la posibilidad clara de que la ciencia y la biblia cuentan una misma historia desde dos ángulos. y que ambas histórias no son mutuamente excluyentes y hay un punto donde inclusive convergen: la posibilidad de un creador.

Algo similar a la película “Pi una aventura extraordinaria” (para los que no han visto la película, alerta de Spoiler, narra una historia de tragedia con un sutil toque filosófico que da a entender un paradigma de lo sucedido diferente al real, pero que finalmente cuentan la misma historia; una apta para niños y otra digna de un drama de horror) usted decide que creer, si lo uno o lo otro, pero en ningún caso necesita de eliminar el otro bando o desestimar por completo la historia. La ciencia y la biblia, ambas cuentas narrativas que se complementan entre sí y arrojan luces sobre lo que se está narrando en un contexto universal que es por lo menos curioso y fantástico además de extraordinario y filosófico.

Así que por allí ya estaríamos enderezando la ciencia al principio bíblico. Por lo que sabemos, es muy probable que estemos solos en el universo, lo cual nos hace el centro del mismo. Puesto que, yendo un poco más allá, los científicos han demostrado que desde donde miremos o desde donde se ubique un observador, debido a la amplitud del universo y su vastedad unida a la imposibilidad de calcular un límite; es decir, al ser infinito el universo: estable, constante y uniforme desde donde se mire (y esto quizás no sea probado, es solo que no tenemos forma de ver el final del destello de luz que llamamos universo) siempre el observador estará en el centro. 

De hecho, lo que llamamos universo observable nos tiene a nosotros en este insignificante planeta en el centro. Esto, se debe a que no podemos establecer un centro del universo lejos del observador, por lo que el centro siempre será donde estemos nosotros, observando (por lo que si hay una civilizacion exactamente ubicada en el extremo de nuestro universo observable, ellos serian el centro y su universo abarcaria una region del mismo diferente a la nuestra). Entonces, hasta que no confirmemos la existencia de otra civilización y establezcamos por convención marcar un centro del universo entre ambos; o hasta que no se defina un limite del universo mediante alguna forma aceptable y precisa, nosotros que somos los unicos (que sepamos) podemos observarlo, tendremos el honor de sentirnos, creer y pensar que somos el centro del universo. Solo restaria decir, que con lo explicado hasta aqui, la ciencia apoya lo que la biblia da a entender desde el principio: que somos el centro del universo. En consecuencia,  cientifícamente y filosóficamente lo somos (aunque fisicamente quizas no lo seamos, porque no tenemos forma de probarlo).

Origen del Universo 

Ahora bien, ya por ahí, al haber cielos y al haber tierra, la biblia nos dice que hay un universo. Universo que otro pasaje bíblico de Job, deja claro que Dios hizo de la nada, y es sobre la nada que cuelga la tierra. Y ¿Qué es la nada? Parece ser nada, es algo que no se ve, dice la biblia (Hebreos), dice también que lo que no se ve y lo que se ve fue creado por Dios; es más, la biblia afirma que lo que se ve fue creado de lo que no se ve. Esto es interesante, sobre todo si deseamos contrastarlo con la ciencia. Es decir, la distinción entre lo que es visible (materia) y lo que no lo es (antimateria) sugiere que la materia se originó a partir de la antimateria, según lo afirma la Biblia. Este es un concepto que aún no ha sido confirmado por la ciencia, pero creo firmemente que en algún momento se verificará, y espero vivir para presenciar ese momento.

¿Existe la nada científicamente? La respuesta es sí, si existe la nada y es lo más grande del universo y forma el 95% del mismo (Olive et al., 2015), la nada también llamada materia oscura y energia oscura, es lo que produce la gravedad necesaria para que se formen cuerpos celestes (estrellas, planetas, agujeros negros y todo lo que hay e el universo) es lo que hace que el universo sea como es y no de otra manera (con lo que el principio bíblico de Hebreos se aprueba). Es además una de las sustancias más increíbles halladas en el universo y una de las teorías más alocadas que existen. Bien, al igual que en la biblia, la nada en el mundo real no se puede ver, solo sabemos de su existencia por sus efectos sobre la materia; es decir, sabemos que existe la nada porque de alguna forma altera nuestra realidad y da forma a nuestro universo. Aparentemente la materia oscura genera la gravedad necesaria que, empuja, atrae la materia incluyendo el racimo de galaxias donde se encuentra la nuestra, Via Lactea y con ello a todos nosotros; por lo tanto, nuestra realidad es afectada por esa fuerza invisible de nada que atrae toda esta región del universo hacia ella. Esto último, es algo un poquitín más difícil de explicar, pero con esto ya hemos entendido lo que buscamos probar aquí, y es que también se trata de un concepto bíblico que la ciencia apoya al 100%. El universo o la realidad que observamos es el resultado de lo que no vemos: la nada, la materia oscura, que genera la energia oscura que formó el universo y que actualmente le da forma tal cual como es.

Sobre materia y energia oscura

Ahora, voy a explicar esta parte para aquellos lectores que puedan no estar familiarizados con estos dos conceptos. Algunos podrían asociarlos con el mal, la magia o una superstición caprichosa de los científicos. Si usted ya comprende estos términos de manera científica, puede saltarse esta sección completa meramente educativa.

Comencemos con lo sencillo, aunque los nombres suenen similares, "materia oscura" y "energía oscura" son dos conceptos distintos, y puedo explicarlos de una manera que sea comprensible incluso para los lectores menos familiarizados con el tema.

Energía oscura: En 1998, dos equipos de astrónomos independientes, el equipo High-Z Supernova Search Team y el equipo Supernova Cosmology Project, llevaron a cabo observaciones de supernovas (estrellas gigantes, mayores millones de veces que nuestro sol) distantes como parte de un estudio sobre la expansión del universo. Descubrieron algo sorprendente: la tasa de expansión del universo no estaba disminuyendo, como se esperaba debido a la atracción gravitatoria de la materia, sino que estaba acelerando con el tiempo. 

Es decir, estos científicos encontraron evidencia de que el universo no solo estaba en expansión, como se había pensado anteriormente en la década de 1990 (recuerde que en el pasado se creía que el universo era estático y todo permanecía en su lugar sin cambios). Cuando se demostró que el universo realmente estaba en expansión, esto se atribuyó al Big Bang original, lo que tiene sentido: el universo seguía expandiéndose como si fuera una explosión en curso, y sus componentes se alejaban del centro de esa "explosión" (aunque el Big Bang no fue una explosión en el sentido convencional, se asocia con una).

Bueno, hasta aquí todo bien. La maravilla surgió cuando estos científicos descubrieron que el universo no solo se estaba expandiendo, sino que lo hacía cada vez con mayor aceleración. Esto contradecía el modelo científicamente convencional de un universo en expansión constante. Ahora era un universo en expansión acelerada, como si alguien o algo estuviera presionando el acelerador.

Para su mayor comprensión, usted imagínese que está inflando un globo para una fiesta de cumpleaños. Bien, el universo sería como la superficie del globo que se expande a medida que usted sopla aire dentro de el. Antiguamente, creíamos que era un globo cerrado, ya con el nudo hecho, por lo que su tamaño se mantenía constante. Ahora bien, usted en su yo curioso ¿Se ha dado cuenta de que con el tiempo los globos pierden aire o consistencia y se desinflan solos? Algo así esperaban los científicos que sucediera con el universo,  que en algun momento comenzara a desinflarse, pero eso no se observaba aun (ya que se pensaba que el universo simplemente no tenía la edad suficiente como para comenzar a desinflarse naturalmente y habria que esperar unos millones de años para comenzar a ver evidencias de decrecimiento universal). Es decir, no habia pasado el tiempo necesario para que su globo de fiesta comenzara a desinflarse.

Pero en nuestra explicación, usted de repente, se dan cuenta de que el globo no se está desinflando, y no se esta manteniendo del mismo tamaño, sino que de hecho está creciendo. Eso es lo que ocurrió en 1990: los científicos descubrieron que el universo se estaba expandiendo. Hasta aquí todo parecía bien, ya que cuadraba con el modelo cosmológico: el universo seguía expandiéndose y eso no contradecía ningún modelo teórico.

Sin embargo, en 1998, los científicos se dieron cuenta de algo sorprendente: el universo no solo se estaba expandiendo de manera constante, sino que lo hacía cada vez con mayor aceleración. Aquí es donde los modelos cosmológicos comienzan a desmoronarse y surgen nuevas teorías para tratar de explicar lo que está ocurriendo. Esto nos lleva inevitablemente a preguntarnos: ¿Qué hace que el universo se expanda aceleradamente? Pues bien, ahí es donde entra en juego la energía oscura.

Porque hasta ese momento se pensaba que, o el globo estaba cerrado y ya no crecía y solo se esperaba que comenzara a desinflarse "Big Crunch" o "Gran Colapso" ó el universo se inflaba a un ritmo constante (como cuando hay una explosión y todos esperarían que la onda expansiva se propague a un velocidad constante, con una aceleración también constante) y es en efecto lo que ocurre. Solo que en nuestro caso la onda expansiva se acelera cada vez mas, lo que pudiera indicar (en una explosión convencional) que se siguen sucediendo explosiones desde el centro del origen de la explosión que alimentan y aceleran la expansión de la onda  ¿Será esto lo que esta ocurriendo? ¿Podría ser que el Big Bang esté ocurriendo de manera continua?

Pues los científicos determinaron que existe una energia oscura que esta acelerando el universo ¿Cómo detectamos la energía oscura? Es un poco como cuando usted ve que su globo crece y sigue creciendo, y llega a una conclusión obvia: alguien o algo lo está inflando. Usted no ve nada, pero los efectos son evidentes. Aunque usted no ve el aire entrando al globo, es obvio que debe haber una explicación lógica. Para los científicos, esa explicación lógica es la energía oscura. Es el equivalente a que alguien o algo esté inflando su globo. Usted no sabe exactamente qué es, pero está seguro de que algo está inflandolo porque está más grande cada vez, y no hay duda al respecto.

De hecho segun Riess et al. (1998), la energía oscura constituye aproximadamente el 68% de la energía total del universo y, aunque no interactúa con la luz, los científicos han calculado su existencia y volumen debido a la aceleración que produce en la expansión del universo. Del mismo modo, que usted, al ver que su globo se expande rápida o lentamente, podría calcular la cantidad total de energía empleada en inflarlo. Y pudiera concluir que: es una persona, que es un inflador manual, o es un comprensor industrial. Usando esa lógica, los científicos han calculado que nuestro universo, como el globo, debido a la gran acelaracion que posee, está conectado a un "compresor de aire" cósmico y es un hecho innegable. De allí, la certeza de que exista algo que no vemos y que solo detectamos con agudeza y precisión: energía oscura.

Con lo anterior, creo que ha quedado claro el concepto del postulado teórico de la energía oscura y su importancia. Pero, ahora ¿qué es la materia oscura?

Materia oscura: otro de los grandes campos de la cosmología universal, y que parte al igual que la energía oscura de bases hipotéticas y deductivas debido a la naturaleza esquiva de la misma. Es una idea propuesta por primera vez por el astrónomo Fritz Zwicky en la década de 1930 para explicar anomalías en la velocidad orbital de las galaxias en cúmulos galácticos. En la década de 1970, Vera Rubin y Kent Ford proporcionaron evidencia adicional al observar la rotación de las galaxias espirales, demostrando que las estrellas en las regiones exteriores orbitaban a velocidades mayores de lo esperado según las masas visibles. Estos hallazgos respaldaron la existencia de materia no visible en el universo, lo que se conoció como materia oscura, y desde entonces ha sido un área de estudio central en la cosmología moderna.

Ahora, en cristiano, en términos más simples para aquellos lectores menos familiarizados con el tema: sabemos que el sol, con su gran masa, atrae a los planetas que giran a su alrededor. Esta atracción es constante y calculable, lo que nos permite realizar viajes espaciales con precisión asombrosa. Si de repente un planeta como Marte se detuviera, se desacelerará o cambiara su velocidad o dirección de rotación, pensaríamos que algo más que el sol está influyendo en él. Una conclusión lógica sería que otro objeto masivo, como un asteroide, lo está afectando. Pero si eso no ocurre, entonces hay una fuerza externa en juego, posiblemente otro planeta con suficiente masa para ejercer una atracción gravitacional significativa. Es como cuando estás en un columpio balanceándote y sientes un cambio repentino en tu velocidad. Inmediatamente miras hacia atrás para ver quién te empujó, o si algo te frenó, qué fué. Pero indudablemente concluyes que tu velocidad fue alterada por una fuerza externa. 

De manera similar, los científicos han encontrado que algunas galaxias y cúmulos de galaxias no se comportan como se espera bajo la influencia de la gravedad universal, lo que sugiere la presencia de una fuerza invisible. Esta fuerza, llamada materia oscura, es como el "empujón" en el columpio: no la vemos, pero su influencia es evidente. Más recientemente, se ha descubierto que incluso nuestra propia galaxia, la Vía Láctea, está siendo afectada por esta fuerza, junto con todo el Grupo Local de galaxias al que pertenecemos. Esta observación nos lleva a la certeza de que la materia oscura está presente en grandes cantidades en el universo, calculándose que constituye aproximadamente el 85% y es responsable del 27% de la energia del universo (Olive, K. et al., 2015). 

Por lo tanto, una vez aclarados estos puntos, creo que se puede inferir hacia dónde me dirijo con todo esto. La materia oscura y la energia oscura son esa fuerza indetectable e invisible. Pudiendo ser el equivalente a la "nada" descrita en la Biblia (Job 26:7 NVI: "Él extiende el norte sobre la nada y cuelga la tierra sobre la nada"). Al estar el Grupo Local de galaxias bajo la influencia de un Gran Atractor (nombre que los científicos han dado al punto hacia el cual nuestro Grupo Local es atraído), incluida la Vía Láctea con sus estrellas, entre ellas el Sol, y los planetas que orbitan a su alrededor, la materia oscura representa esa "nada" mencionada en la Biblia, sobre la cual la Tierra cuelga de manera precisa desde una perspectiva científica y bíblica evidente. 

¿EXISTE DIOS? 

Pues bien, comenzamos hablando del origen del universo y ahora estamos hablando sobre la existencia de un Dios. Esto ocurre porque la mera existencia del universo nos lleva a plantearnos la siguiente pregunta ¿Fue creado el universo? y de ser así ¿Quién lo creó? lo que lleva inevitablemente a plantearnos la existencia de un Ser Creador. Y el conflicto surge, porque al respecto, la ciencia puede explicar que paso en el instante del Big-Bang o el nanosegundo posterior, pero nadie puede decirnos que paso antes (perdóname Hawkins, que de hecho afirmaba que nunca hubo un antes). Por lo que tenemos que dejar esas respuestas a un ente superior. No hay teorías para un antes, todas las convenciones científicas parten de la explosión de una partícula, pero no de quien puso la partícula, como existió la partícula, quien la creó, por qué explotó, son solo cuestionamientos que apuntan en contra de las explicaciones de la ciencia y conducen a plantearnos la existencia de un ser superior, un Dios o Creador.

Sobre esto, desde una perspectiva sociológica, es importante reconocer que todas las sociedades han dado forma a la idea de dioses. Este fenómeno es evidente en culturas de todo el mundo, desde China e India hasta los Incas, los Mayas, los Egipcios, los Mesopotámicos y más. Incluso los Hebreos crearon su propia concepción de Dios. Aunque algunos puedan afirmar que el Dios de los Hebreos es único y real, es importante considerar que, desde la perspectiva de otras culturas, sus dioses también tienen la misma validez.

Por lo tanto, es prudente dejar de lado este debate teológico y centrarnos en un análisis sociológico de esta cuestión. Una pregunta intrigante surge: ¿Por qué todas las sociedades antiguas, sin excepción, han creado dioses? ¿Qué motivó esta necesidad aparente? La respuesta es bastante simple: creer en un ser divino o en múltiples deidades que controlan todos los aspectos del universo, desde el clima hasta nuestras vidas individuales, ofrece una visión reconfortante y significativa del mundo.

La alternativa opuesta, pensar que el universo se creó por sí mismo y que no hay ninguna fuerza superior que guíe nuestros destinos, puede ser desalentadora. Preferimos creer en la existencia de una entidad divina que nos conoce, nos ama y tiene un propósito para nuestras vidas. Ya que, esta creencia nos brinda consuelo y seguridad en un mundo lleno de incertidumbre. Muy diferente, de creer que el universo se creó solo, que no hay nadie en el timón, que nadie dirige nuestros destinos y simplemente estamos en un universo enorme, distante, al que le somos absolutamente indiferentes y al cual no le importamos. Siendo este un panorama sombrío y desolador que dificilmente aceptariamos, es realmente mucho mas aterrador pensar que no hay nadie al mando, que pensar que hay alguien controlando todo, inclusive a nosotros. 

Por lo tanto, a nivel colectivo y social, la idea de un ser supremo que dirige nuestros destinos y se preocupa por nosotros es reconfortante. Aunque algunos individuos puedan cuestionar racionalmente esta creencia, la mayoría de las sociedades humanas prefieren aferrarse a ella. Esta preferencia por la fé en un ser superior proporciona un sentido de paz y unidad a la humanidad en su conjunto.

 ¿Evidencia de la existencia de Dios?

Es notablemente intrigante que, a pesar de décadas de exploración espacial, la Tierra siga siendo el único lugar conocido que es habitable y que sabemos que sostiene la vida. Recientemente, William Shatner, el icónico Capitán J.T. Kirk de Star Trek, tuvo la oportunidad de viajar al espacio a la edad de casi noventa años. Más allá de ser una hazaña en sí misma, el hecho de que una estrella de cine que inmortalizó una de las mayores fantasías de la humanidad, la exploración espacial, haya tenido la oportunidad real de visitar el espacio, es de verdad algo muy notable. Sin embargo, lo más interesante es la descripción que Shatner hizo después de su experiencia espacial: "Vi un vacío frío, oscuro y negro. No se parecía a ninguna negrura que se pueda ver o sentir en la Tierra. Era profundo, envolvente, acaparador. Me volví hacia la luz del hogar. Pude ver la curvatura de la Tierra, el beige del desierto, el blanco de las nubes y el azul del cielo. Era vida" (Shatner, citado por Zabia, 2023).

Este relato es significativo porque coincide con varios puntos importantes que quiero abordar. La opinión de Shatner refleja la experiencia compartida por muchos astronautas a lo largo de los más de 50 años de exploración espacial. Casi todos experimentan una sensación de insignificancia ante un universo frío, enorme, indiferente y distante. Fuera de la Tierra, todo lo que conocemos y según tenemos evidencia tiene algo en común: es absolutamente hostil para la vida. Todo en el espacio exterior parece estar diseñado para eliminar la vida, desde las formas más complejas, hasta las más elementales, como células y bacterias. Esto, plantea una paradoja intrigante: ¿por qué en la Tierra la vida es tan abundante, incluso en las profundidades marinas, en desiertos y en los polos, mientras que fuera de nuestro planeta es prácticamente imposible y difícil de concebir?

La Tierra es un caso único donde la vida es abundante y cotidiana, proporcionando todas las condiciones necesarias para sostenerla de manera próspera y variada. Es importante reconocer que actividades tan naturales para nosotros, como respirar o caminar bajo la luz del sol, se vuelven imposibles fuera de nuestra atmósfera. Incluso algo tan simple como sembrar una semilla y esperar que germine se convierte en un proceso completamente inviable en el espacio exterior. Las lecciones aprendidas del proceso de germinación en condiciones espaciales nos revelan la imposibilidad de realizar tales actividades fuera de la Tierra (xxx). Nuestra supervivencia depende completamente de estar dentro de los límites protectores de nuestro entorno planetario; fuera de estos límites, sin un traje espacial adecuado, la muerte sería inevitable en cuestión de segundos. En el mejor de los casos, nos enfrentaríamos a atmósferas venenosas que nos aniquilarían rápidamente, mientras que en el peor de los casos, como en la Luna, experimentaríamos una muerte dolorosa, lenta y angustiosa por asfixia, tardando más de dos minutos en sucumbir ante la falta de oxígeno.

No podemos pasar por alto los planetas a los que ni siquiera podríamos acercarnos, como Urano, cuya atmósfera mortal nos acabaría sin siquiera entrar en ella. En otros planetas, las condiciones son igualmente extremas: la temperatura en Venus es equivalente a 450 grados Celsius, la misma que alcanza un horno de cocina a máxima potencia. En algunos lugares, como en Júpiter, llueven piedras, cristales e incluso diamantes. Muy bonitos los diamantes, pero nada utiles para la supervivencia, asi que en todos estos entornos, nos enfrentaríamos a muertes espantosas y horrendas.

Pero aquí, en la Tierra, tenemos todo lo que necesitamos para vivir y vivir bien de forma gratuita. Disfrutamos de la temperatura adecuada, la luz adecuada y el aroma fresco y revitalizante de la tierra húmeda, todo de manera natural. Las cosas básicas para la vida, como el aire, la luz y el agua, nos son proporcionadas sin coste alguno. Beber un vaso de agua en el espacio sería un acto glorioso. Esa agua que a veces desechamos sin pensar, sería un tesoro en Marte o en alguna luna de Júpiter. En lugares donde la temperatura es tan baja que nuestro día más frío aquí en la Tierra (-52 grados Celsius) se sentiría como un día cálido y hermoso.

Sería agotador enumerar todas las cosas que aquí en la Tierra damos por sentadas y que serían inalcanzables en el espacio o en cualquier otro lugar fuera de nuestro planeta. Si tan solo pudiéramos apreciar la suerte que tenemos, tal vez las guerras llegarían a su fin. A veces me pregunto si precisamente por tener todas estas necesidades básicas cubiertas de forma gratuita, sin tener que preocuparnos por cómo vamos a respirar o qué vamos a beber, es que el ser humano ha tenido tiempo de ocio para planear guerras y crear tantas cosas que, lejos de facilitar nuestras vidas, parecen destinadas a distraernos de lo verdaderamente importante: respirar, comer, beber, recibir luz y calor.

Esto nos lleva a considerar la ecuación de Drake, presentada por el astrónomo Frank Drake en 1961, que busca calcular el posible número de civilizaciones extraterrestres en nuestra galaxia con las que podríamos establecer comunicación. La ecuación tiene en cuenta diversos factores, como la tasa de formación de estrellas en la Vía Láctea, el número de planetas que pueden albergar vida por estrella, la fracción de esos planetas donde se desarrolla la vida, la probabilidad de que la vida inteligente desarrolle tecnología capaz de emitir señales al espacio, la duración de esas civilizaciones tecnológicas y nuestra capacidad para detectar tales señales. En resumen, la ecuación de Drake ofrece un marco sistemático para considerar las posibilidades de vida extraterrestre y nuestras oportunidades de contacto con ella (Drake, 1961).

Sin embargo, la ecuación de Drake no considera todas las singularidades implícitas dentro de cada variable, lo que lleva a objeciones significativas. Por ejemplo, no todos los planetas dentro de la "zona de Ricitos de Oro", donde las condiciones son óptimas para la vida, necesariamente albergan vida. Marte, considerado dentro de la zona habitable, es un frío desierto inhóspito, mientras que Venus, también en esta zona, es un infierno caliente. Estos hechos destacan las múltiples variables necesarias para la existencia de vida en un planeta, una complejidad que la ecuación de Drake no aborda por completo.

Siguiendo a Loeb & Batista (2018), la habitabilidad de un planeta va más allá de simplemente estar en la zona habitable de una estrella; implica una serie de condiciones y factores adicionales. Esto incluye la presencia de una atmósfera adecuada, con la composición química y la presión adecuadas para procesos metabólicos y para proteger contra la radiación. Una temperatura moderada es esencial para permitir la existencia de agua líquida en la superficie, junto con fuentes de energía como la luz solar. Los elementos químicos esenciales, como carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, fósforo y azufre, son necesarios, al igual que la estabilidad climática y la protección contra la radiación dañina. Además, factores como la estabilidad orbital, la actividad geológica, la presencia de un campo magnético, la diversidad química, el tiempo geológico suficiente y la viabilidad de ecosistemas también son cruciales para la habitabilidad a largo plazo. Estas condiciones crean un entorno propicio para el desarrollo y la persistencia de la vida en un planeta.

Consideremos esto, la Tierra ha existido en la zona habitable de nuestro sol durante unos 5,000 millones de años. Sin embargo, las primeras señales de vida solo aparecieron hace unos 3,500 millones de años, en forma de proto-bacterias o estromatolitos unicelulares que dependían de la fotosíntesis para sobrevivir. Durante un extenso periodo de tiempo, la Tierra enfrentó no una, sino varias extinciones masivas. Este proceso se extendió a lo largo de miles de millones de años, durante los cuales nuestro planeta parecía resistirse a ser el único lugar vivo, en un universo carente de vida. 

Durante mucho tiempo, el principal enemigo de la vida fue la Tierra misma, cuyos cambios drásticos llevaron a la desaparición de mundos enteros en breves momentos cósmicos, a veces en apenas cientos de años, y la vida tardó millones de años en recuperarse. Parecía que la Tierra se negaba obstinadamente a ser el hogar de criaturas orgánicas cada vez más complejas. Sin embargo, finalmente, la Tierra aceptó su destino y cedió, permitiendo que todas las variables necesarias se alinearan cronológicamente de manera estable. Fue alli, que el primer animal, al menos unicelular, surgió en la Tierra hace unos 700 millones de años. Esto significa que, a pesar de contar con condiciones favorables durante casi 4,000 millones de años, la tierra estaba vacia y la vida tardó en desarrollarse muchisimo tiempo. Incluso la vida inteligente, en términos cósmicos, apareció solo en los últimos instantes de nuestra larga historia.

Replicar las condiciones propicias para la vida en la Tierra es prácticamente imposible y altamente improbable. Nuestra existencia es casi una improbabilidad científica. Esto, considerando la complejidad de factores involucrados, desde la ingeniería genética hasta el desarrollo de especies y las condiciones de vida excepcionales. Somos una rareza cósmica en un universo mayormente hostil para la vida. A pesar de que el universo es infinitamente grande, lo que abre la posibilidad teórica de que existan otros lugares similares a la Tierra donde la vida sea abundante, las probabilidades están en nuestra contra. Desde la distancia correcta de nuestra estrella hasta la ubicación de nuestra galaxia en el cúmulo de galaxias correcto, una serie de condiciones específicas deben cumplirse para que la vida florezca, haciendo que nuestra existencia sea extraordinaria y, hasta donde sabemos, única en el cosmos.

Y lo anterior es tan cierto, que la única prueba científica que pudiera negar nuestra exclusividad y monopolio de la vida es el mismo universo y su tamaño infinito. Dicho de otra forma, lo único que abre la posibilidad de que haya en algún lugar del cosmos un planeta parecido a la tierra, donde la vida sea abundante, es el hecho de que el universo es infinitamente grande, por lo que simplemente no podemos cerrar la ecuación y decir: NO HAY la más remota probabilidad de que en algún lugar del universo haya una personita pensando en si nosotros existimos, por lo tanto, debido a la magnitud del cosmos siempre existe la posibilidad de que en alguna galaxia muy, muy lejana la vida exista. Aun asi, las probabilidades son escasas. Primero tenemos que estar a la distancia correcta de nuestra estrella, también esa estrella debe estar ubicada a la distancia correcta de su propia galaxia (ya que si esta muy cerca del centro, la radiación cósmica elimina la vida de todas las estrellas que tengan planetas girando alrededor), o sea tenemos que estar en la zona “ricitos de Oro de nuestra galaxia, que a su vez, por la misma razón, tiene que estar a la distancia correcta de su cumulo o racimo de galaxias a la que pertenece, o sea, de nuevo tenemos que estar en la zona “ricitos de Oro” solo que a una escala cosmologica. 

Todo lo expuesto nos lleva a considerar la posibilidad intrigante de encontrar a Dios en las ecuaciones de la vida. Aunque científicamente no podemos situarlo en el momento exacto del Big Bang, incluso ubicarlo antes sería una idea plausible. Sin embargo, donde sí podemos ver su huella es en la creación de la vida misma: la improbabilidad de que exista la vida por si sola, la dificultad para replicar las condiciones necesarias para su formación, la asombrosa secuencia de eventos requeridos y la vasta cantidad de años necesarios para que estas condiciones se alineen adecuadamente,  además, de la hostilidad universal del universo hacia la vida, donde parece haber sido diseñado para hacer difícil su proliferación, son hechos que indudablemente abren el camino para aceptar que hay un Ente Superior detras de tantas "casualidades".
 
Y esto resulta bastante lógico. Imagina que estás en la selva y de repente encuentras un área claramente organizada en medio de la espesura: un techo, una pequeña casa, un recipiente para recolectar agua e incluso un camino despejado para transitar. Es altamente improbable que creas que todo eso surgió espontáneamente o que con el paso de muchos años se haya formado por sí solo. Sin duda, pensarías que alguien estuvo allí, una persona, un ser inteligente. Es probable que incluso consideres la posibilidad de estar cerca de una tribu perdida, ¿verdad? Pero, con toda seguridad, asociarías tu descubrimiento con la presencia de vida y inteligencia. Eso es exactamente lo que sucede cuando observamos la Tierra, tan perfectamente adecuada para sustentar la vida, con todas las condiciones, estaciones y beneficios necesarios para que las especies prosperen como lo hacen. Sin duda, lo más simple y razonable es pensar que hay un Ser detrás de toda esa perfección y "casualidad".

Todo esto, nos lleva a reflexionar sobre la posibilidad de que haya ocurrido una singularidad en esta parte del cosmos, algo fuera de lo común y que carece de explicación racional. Esta singularidad podría ser el propio Creador, dejando una ventana abierta para considerar que algo debió encender la chispa de la vida en la Tierra, algo que no sucedió en ningún otro lugar, algo único e indescriptiblemente improbable, pero que nuestra propia existencia contradice. Aquí, en medio de un universo hostil e inhóspito, lleno de peligros como nubes de gases mortales, estrellas gigantes y agujeros negros voraces, y cerca de un gran atractor que empuja hacia él todo el racimo de galaxias en la que se encuentra la nuestra, en un planeta pequeño, pero infinitamente hermoso, encontramos algo extraordinario, unico e irrepetible (que conozcamos): la vida. Es algo absolutamente raro, improbable y que no se encuentra en ningún otro lugar conocido a escala universal.

No obstante, aquí también se aplica la constante cosmológica: la ausencia hasta el momento de vida extraterrestre no es evidencia de ausencia. Por lo que descartar que exista vida en otro lugar del universo es sencillamente imposible, ya no solo científicamente, sino filosóficamente.

Con esto, quiero destacar que la falta de descubrimientos de vida extraterrestre hasta el momento no es necesariamente una prueba de su inexistencia. Es posible que simplemente no contemos con los medios adecuados para detectarlos. Es factible que, aunque hemos estado enviando señales de radio durante un tiempo considerable, los receptores extraterrestres podrían haber interpretado estas señales de manera diferente debido a las condiciones únicas de sus atmósferas y tecnología. Mientras que nosotros hemos desarrollado la capacidad de captar ciertos espectros de ondas de radio en nuestra atmósfera, es posible que otros seres no lo hayan hecho de la misma manera debido a diferencias en sus condiciones ambientales y tecnológicas. 

En resumen, existen numerosas variables y factores que podrían estar afectando nuestra capacidad para detectar vida extraterrestre, lo que nos lleva a considerar la posibilidad de que aún no hemos hecho contacto con seres de otros planetas, más, debido a la falta de tecnología adecuada que al hecho en sí de que no existan en realidad, y nuestros esfuerzos sean solo ecos de un intento desesperado por no encontrarnos solos en la inmensa bastedad del universo del que somos solo observadores silenciosos. Aun así, es una fantasia a la que me uno entusiastamente, el esperar ese momento en el que oigamos sonidos en el universo que no sean nuestros ecos, sino que se trate de seres de otros planetas que nos respondan la pregunta de si estamos solos en el universo de manera contundente y no meramente especulativa.

Resulta paradójico que exprese un anhelo por descubrir vida extraterrestre mientras sostengo que la existencia de vida solo en nuestro planeta es una prueba contundente de la existencia de Dios. Esta aparente contradicción refleja la naturaleza humana, que históricamente ha recurrido a la creencia en lo divino para mitigar el sentimiento de soledad y vacío. Como individuos y como sociedad, nos encontramos en una paradoja en la que, a pesar de estar rodeados por miles de millones de personas, nos sentimos solos en nuestros mundos individuales y colectivos. 

Esta complejidad humana, que a veces parece carecer de raciocinio, nos lleva a buscar en lo trascendental respuestas para nuestras inquietudes más profundas. A veces, esta búsqueda puede parecer irracional o carecer de raciocinio, pero refleja nuestra necesidad innata de encontrar significado y comprensión en el mundo que nos rodea. En última instancia, todo parece indicar que la búsqueda de lo trascendental, ya sea a través de la exploración científica o de la fe religiosa, es una respuesta natural a nuestra condición humana.

Dicho de otra manera, anhelamos encontrar una respuesta que explique nuestra propia existencia, por lo que ambos deseos apuntan en la misma dirección. Si existieran seres en otros planetas, seríamos parte de una rareza cósmica pero no irrepetible; habría otros seres similares a nosotros que, por algún extraño azar del destino, también podrían haberse desarrollado en un planeta con las condiciones necesarias y compartiriamos nuestros destinos con ellosi. O si pudiéramos probar la existencia de Dios, también podríamos comprender nuestra propia existencia, concluyendo que fuimos creados con un propósito específico: vivir. Sin embargo, mientras estas preguntas no se respondan satisfactoriamente, los seres humanos estamos condenados a vagar por el universo preguntándonos: ¿Quiénes somos? ¿Para qué estamos aquí? ¿Cuál es el propósito de nuestra existencia? 

Si estamos solos, vivir sin que nadie más lo sepa carece de gracia. Es aburrido realizar acciones sin tener a nadie observando; de hecho, es una necesidad de aprobación la que nos lleva a desafiar nuestros límites y a buscar siempre en lo desconocido. Esta necesidad de aprobación se refleja no solo en nuestro día a día, sino también en cuestiones más filosóficas, como la existencia o no de un Dios creador o la existencia o no de seres en otros planetas, a los cuales o al cual poder agradarle.

Aun así, es verdaderamente difícil negar, a menos que uno sea extremadamente ateo y obstinado, que existe al menos una pequeña fisura que deja abierta la posibilidad científica de que la vida, ese aspecto que nos hace únicos e irrepetibles entre todos lo que existe en el universo, pueda ser el resultado de la acción de un ente superior, un creador divino que trasciende todo y que deliberadamente quiso que esta fuera la mayor singularidad en el universo. Nos encontramos en un planeta vivo, somos el recordatorio perenne de que, incluso ante lo que parece imposible, existimos; y más allá de nuestra existencia, poseemos conciencia, somos conscientes y capaces de reflexionar sobre la magnificencia de nuestra propia existencia. 

La simple presencia de nuestra existencia prueba lo imposible que somos y esto exalta a Dios; no necesitamos más que esto para vislumbrar que un ser creador conoce su obra y supo lo que hacía. Por esta razon, hasta que la ciencia logre explicar por qué no hay más vida en otros rincones del universo, o hasta que seres de otro planeta nos visiten, usted, estimado lector, tiene la libertad de elegir qué narrativa aceptar: la de un Dios creador o la de un universo que surgió por sí solo. Independientemente de su elección, no puede negarse la posibilidad de que ambas perspectivas sean correctas, y que ambas puedan coexistir tanto desde un punto de vista bíblico como científico.

Por lo tanto, NO hay porque desgastarnos en probar que Dios existe, el hecho es que nosotros existimos y podemos plantearnos interrogantes, lo que nos hace criaturas únicas: somos el universo despertando, tomando conciencia, viendose asi mismo. Por lo que tampoco, es sano desgastarse en probar que Dios no existe o que no hizo falta para la creación del universo, la única verdad es que aún no hay forma de probar cómo se originó el universo ni espontáneamente ni por creación: quedando ambos enfoques en un paradigma de fe.

El más allá

Muy bien, desafío al lector a abordar temas como la existencia de Dios o la existencia de vida en otros planetas sin tocar puntos trascendentales sobre los cuales se ha escrito mucho. Estoy hablando específicamente sobre la vida más allá de esta existencia terrenal. En este punto, surgen preguntas inevitables como: ¿Qué hay más allá? ¿Existe un más allá? ¿Hay vida después de esta? La Biblia no deja dudas al respecto: sí, existe vida después de la muerte física. De hecho, las Escrituras señalan que este paso que damos como seres humanos es solo una sombra de la vida real. Un versículo bíblico que aborda este tema es 1 Corintios 13:12 (NVI): "Ahora vemos solo un reflejo borroso, como en un espejo; entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta; entonces conoceré tal como Dios me conoce a mí." Otro pasaje relevante es Hebreos 8:5 (NVI): "Los que prestan su servicio en el santuario tienen solo una sombra de la realidad celestial." Ambos pasajes hacen alusión a que este plano de existencia es aún menos real que aquel que está más allá del espejo, el cual no vemos.

Según un estudio realizado por un popular diario en Uruguay, aproximadamente el 50% de las personas adultas creen en la vida más allá. Un informe publicado por la Agencia de Noticias Reuters en 2020, que abarcó todos los continentes y más de 23 países, concluyó que más del 50% de la población mundial cree en la existencia de vida después de esta. Además, el informe reveló que en aquellos países donde se cree en Dios, la proporción de personas que creen en el más allá es mayor en comparación con los países de dominancia atea. Es decir, la creencia en el más allá está estrechamente relacionada con la creencia en Dios. Esto tiene mucho sentido, ya que si aceptamos la idea de una vida después de la muerte, es más probable que también creamos en un Dios que reside en ese más allá, un lugar al que los simples mortales no pueden acceder.

Otro dato curioso es que la mayoría de las personas que creen en Dios también creen en la existencia del diablo, al igual que aquellos que creen en el cielo tienden a creer en la existencia del infierno. Sin embargo, muchos de los que aceptan la idea del más allá no necesariamente aceptan o creen en la existencia de un cielo o un infierno. Este último dato es particularmente interesante, ya que se refiere a personas que, a pesar de creer quizás en Dios y en la existencia de otros planos existenciales, rechazan la noción de un cielo o un infierno como destinos de las almas después de la vida terrenal.

Es fundamental respetar las creencias individuales de cada persona con respecto a la vida más allá. Por lo tanto, el grupo que acepta la idea de un Dios pero rechaza la existencia del cielo o el infierno es particularmente relevante para mi análisis. Este conjunto de personas incluye a aquellos que creen en la reencarnación o simplemente encuentran increíble la noción del cielo y el infierno. La razón por la cual considerar este grupo como importante, es clara: si abordamos este tema desde una única perspectiva, como la bíblica, muchos que no comparten esa creencia no estarán de acuerdo. Del mismo modo, si lo enfocamos desde una perspectiva científica, aquellos que no confían en la ciencia lo rechazarán, en cambio este grupo en particular coincide con todas las partes independientemente y sin necesidad de sentirse comprometido religiosa o cientificamente, por lo que su noción al respecto será la que menos sufra en esta explicación que me propongo llevar a cabo.

Yo deseo complementar este análisis de manera rigurosa, pero debido a su complejidad, abordarlo desde un solo ángulo sería imposible. Por lo tanto, consideraré tres perspectivas que pueden acercarnos al objetivo: la ciencia, la filosofía en relación con la metafísica (que se refiere a lo que está más allá de lo físico) y, sobre todo, la perspectiva que ofrece la Biblia. Esto, por la sencilla razón de que abordar este tema desde una única línea de pensamiento sería infructuoso y llevaría a la imposición de una sola visión. Por lo tanto, un análisis multidisciplinario garantiza que todos los lectores se sientan representados en algún punto del mismo.

Primero, echemos un vistazo a lo que nos dice la ciencia sobre la posibilidad de vida más allá de la nuestra. Si abordamos esta pregunta desde una perspectiva puramente científica, es probable que nos falten piezas para completar el rompecabezas. La ciencia, al ser objetiva, se basa en hechos comprobables, y para establecer un hecho, como nos enseñó el filósofo Immanuel Kant, es necesario tener una experiencia directa.

Entonces surge la pregunta: ¿Quién ha vuelto de la muerte para contarlo? Algunos podrían mencionar a Jesús de Nazaret, pero sus relatos, en su mayoría, se encuentran dentro del ámbito de la fe religiosa y no en el marco científico que estamos explorando aquí. Por lo tanto, nos vemos obligados a regresar al ámbito científico y plantearnos si hay casos documentados de personas que han vuelto de la muerte. Aunque hay muchos relatos de personas que estuvieron en estado de coma o fueron declaradas clínicamente muertas y luego revivieron, pero, sus testimonios no pueden ser considerados como pruebas concluyentes.

La razón de esto es simple: no hay forma de verificar de manera concluyente lo que experimentaron durante su supuesta muerte. Es posible que sus experiencias fueran el resultado de estados alterados de conciencia o de procesos mentales mientras estaban en un estado cercano a la muerte. Por lo tanto, estos relatos carecen de validez científica debido a la imposibilidad de verificar el estado real de muerte y por lo tanto la objetividad de las experiencias relatadas.

Aun para algunos críticos muy escépticos el mismo Jesús (y esto lo incluyo aun estando absolutamente en contra y negando toda posibilidad de que sea cierto), no murió y solo estuvo en coma por tres días, luego del cual su cuerpo se recuperó. Obviamente ningún cristiano que respete su fe y convicción aceptaría semejante blasfemia. No obstante, esto sirve para especificar bien el punto, es difícil de creer en experiencias más allá de la muerte a aquellos que supuestamente han regresado, porque su “muerte” aún estaría bajo sospecha, por lo que para la ciencia no hay un testigo valido que ayude a esclarecer la cuestión. Al respecto, ¿qué sería un testigo valido? Alguien que haya sido muerto, su cuerpo quemado, que haya evidencia de su muerte y que luego haya regresado de alguna forma y su regreso no pueda ser cuestionado. Tal testigo sencillamente no existe. No hay nadie que haya estado muerto y nos haya contado con otra naturaleza ya no humana, como fue la experiencia. 

No obstante, habiendo agotado la posibilidad de un testigo del más allá que haya regresado más allá de toda duda razonable (valga la redudancia). Nos toca seguir otro camino. Uno en el que no hay necesidad del testigo ni de estar muerto, uno donde la ciencia encuentre el más allá dentro de sus aposentos. La pregunta aquí es ¿Existe tal camino? La respuesta es: SI. Para ello, partamos de un hecho, es importante tener en cuenta que la ciencia no puede descartar definitivamente la posibilidad de un "más allá", ya que no puede probar la no existencia de algo. Recuerde, la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia. 

Y con eso en mente, paso a describirles lo que si dice la ciencia. En el ámbito de la física cuántica, existen fenómenos y conceptos que pueden parecer extraños y desafiantes para nuestra comprensión tradicional del mundo físico. Algunos de estos fenómenos, como la superposición cuántica y el entrelazamiento cuántico, han llevado a algunas interpretaciones metafóricas o especulativas que podrían ser comparadas con conceptos espirituales de un "más allá". Por ejemplo, la superposición cuántica sugiere que una partícula subatómica puede existir en múltiples estados simultáneamente hasta que es observada o medida, momento en el cual "colapsa" en uno de esos estados. Esto ha llevado a algunas interpretaciones filosóficas que sugieren que la realidad puede ser más fluida y compleja de lo que percibimos, y que podría haber múltiples "realidades" coexistiendo. Ya por aquí la ciencia nos habla de caminos misteriosos más allá de la física convencional, que ¿Por qué no? Pudieran estar abriendo las puertas de un lugar más allá de este universo físico y del que científicamente si tendríamos pruebas avaladas. 

Otro punto, es el entrelazamiento cuántico, que plantea la idea de que dos partículas pueden estar intrínsecamente conectadas de tal manera que el estado de una partícula se relaciona instantáneamente con el estado de la otra, independientemente de la distancia entre ellas. Algunas personas han interpretado esto como una especie de conexión no física que podría sugerir una continuidad o interconexión a través de dimensiones desconocidas. Por aquí, la ciencia abre otra puerta misteriosa de la que poco sabemos, pero que pudiera indicarnos un camino científico valido ¿Qué acaso estaría revelándonos un más allá? En este punto muchos escépticos dirán, es una locura, unir dos conceptos tan diferentes. Pero si lo analizamos con cabeza fría. Son partículas cuyas leyes de la física convencional no las afecta ni siquiera el tiempo o la distancia. Evidentemente aquí hay algo, ¿Estaremos en presencia de la fuente del poder de Dios? ¿Será esto a lo que se refiere la biblia cuando dice que las potencias del cielo seran conmovidas? (Lucas 21: 26). Es decir, violar las leyes de la física, del espacio, del tiempo son tres atributos que le damos a Dios, y los encontramos aquí en estos campos (No estoy tratando de afirmar que el hombre haya podido o pueda manipular estas fuerzas y desafiar el poder de Dios, ni mucho menos. De hecho, apenas las comprendemos y mucho menos podemos manipularlas de manera efectiva).

Aun asi, debemos abrir nuestras mentes y pensar que no comprender o no encontrar cabida en un hecho no niega el hecho en sí. Ya habíamos aceptado que el más allá, el lugar que sigue nuestra verdadera naturaleza luego de este cuerpo físico y el lugar donde habita lo intangible (Dios por ejemplo), si bien, no necesariamente son el mismo lugar, si pudieran ubicarse el mismo universo: el no físico. Por lo tanto, al encontrar un camino donde las fronteras de la ciencia se expanden y donde las leyes de la física no cuentan, ¿Por qué no pensar que se trata precisamente de lo que andamos buscando? Un universo más allá de la física, el mundo de lo intangible, de lo que nuestros sentidos no pueden procesar. Citando al premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, es el lugar donde la fantasía utópica de lo surreal es posible.

Hay conceptos que, aunque esquivan nuestra comprensión por el momento, podrían abrir nuevas perspectivas sobre lo que consideramos real y lo que no. ¿Y si lo que consideramos real no lo fuera tanto? ¿Contradice esto lo que dice la Biblia? Absolutamente no. Por el contrario, la Biblia sugiere que este universo es solo una sombra de una realidad más profunda. ¿Le parece increíble? A mí me parece aún más asombrosa la interpretación de Copenhague sobre el colapso de la realidad cuando se observa, y sin embargo, se acepta dentro de los límites de lo posible. 

También está la teoría de la "hipótesis del cerebro en una cubeta", o "cerebro de Boltzmann", que es una idea en la filosofía de la mente y la epistemología. Esta hipótesis plantea la posibilidad de que todo lo que percibimos como realidad, incluyendo nuestras experiencias sensoriales y nuestras interacciones con el mundo, pueda ser el resultado de un engaño o una simulación generada por un cerebro manipulado por fuerzas externas. Y esta posibilidad también se acepta. 

Otra teoría es la que sugiere que podríamos estar viviendo en una simulación computarizada, conocida como la "hipótesis de la simulación" o "teoría de la simulación". Esta idea plantea que nuestra realidad percibida podría ser una simulación generada por una entidad avanzada, como una supercomputadora, y que nuestras experiencias y percepciones podrían no reflejar una realidad objetiva, sino un programa o simulación elaborada.

Lo anterior, aunque parezca increíble, no ha sido descartado. Debido a que entre más conocemos sobre el mundo cuántico, más dudamos de lo que consideramos real y más opciones aparentemente increíbles encuentran un terreno fértil para desarrollarse. Esto se debe a dos razones fundamentales: en primer lugar, nuestro limitado poder cognitivo y en segundo lugar, la gran cantidad de observaciones científicas realizadas en este campo, lo cual, a medida que profundizamos en él, nos hace cuestionar nuestra comprensión del universo. Pero lo increible no implica estar equivocado.

Veamos lo anterior de la siguiente forma: si usted viajara ahora mismo 1.000 años al pasado con una máquina del tiempo y se le ocurriera la brillante idea de llevar su teléfono, y estando allá lo enciende para sacar una foto a un cachorrito, lo más probable es que termine siendo quemado en la hoguera por brujo. Esto se debe a que los habitantes de esa época no podrían distinguir la tecnología de la magia. Para ellos, sería un objeto mágico con toda certeza, mientras que para usted es un teléfono común y corriente.

Del mismo modo, nosotros podríamos estar haciendo lo mismo, pero al revés. Podemos estar sobre estimando la línea que divide lo mágico o supersticioso que a veces le atribuimos al más allá, con las increíbles tecnologías o las teorías que apuntan en este momento a conceptos realmente extraordinarios. Tanto es así que, para un observador ordinario, la ciencia y el más allá son dos conceptos contrapuestos y antagonicos, cuando en realidad podrían estar mezclados. Desde mi concepción, la ciencia sirve para desenmascarar las supersticiones e ideas quizás erróneas que han rodeado al más allá por mucho tiempo. Como decía Arthur C. Clarke, cuando la tecnología es tan avanzada es indistinguible de la magia.

No aceptar esta idea desde una perspectiva de fe es cerrar una puerta fundamental al desarrollo de nuestro propio entendimiento sobre Dios y su propia naturaleza, algo que llevaría a aumentar la fe y el creer de muchos en Él. Y no aceptarla desde la perspectiva científica sería encerrar la ciencia dentro de fronteras subjetivas y no permitir que fluya hacia el verdadero enfoque de la ciencia, que es ayudar cada día a entender los grandes enigmas de la humanidad, por más increíbles y extrañas que parezcan estas concepciones.

Es importante destacar que las interpretaciones de la física cuántica en relación con conceptos espirituales son en su mayoría especulativas y carecen de una base empírica sólida para respaldarlas. La física cuántica continúa siendo un campo de estudio activo y en constante evolución, y las ideas sobre su significado filosófico o metafórico están sujetas a un amplio debate y especulación. Por lo tanto, cualquier comparación entre la física cuántica y conceptos espirituales debe ser tratada con precaución y entendida en el contexto de las limitaciones y el alcance de nuestro conocimiento actual.

Por eso, para ayudarnos a abordar este tema, es necesario descomponerlo en sus elementos individuales, y es aquí donde la filosofía y la obra de Immanuel Kant, en particular su libro "Crítica de la razón pura", tienen relevancia. El describe varios estadios del conocimiento, incluyendo qué es el conocimiento, qué conocemos realmente y cuáles son los límites de nuestro entendimiento, que son, por decir lo menos, extraordinarios.

Este referido filosofó,  distingue entre dos componentes principales del conocimiento: el fenómeno y el númeno. El fenómeno es aquello que conocemos realmente, es decir, la parte de la realidad que percibimos a través de nuestros sentidos. Por otro lado, el númeno es la realidad en sí misma, que no podemos comprender completamente debido a nuestras limitaciones cognitivas, pero que sabemos que existe porque percibimos sus efectos a través de nuestros sentidos.

Tomemos el ejemplo del sonido producido por un árbol al caer. El sonido que escuchamos es el fenómeno, es decir, la experiencia sensorial que percibimos. Sin embargo, el sonido en sí mismo, como entidad independiente de nuestra percepción, es el númeno, algo que no podemos conocer directamente pero que inferimos su existencia debido a los efectos que produce en nuestros sentidos.

Sé que quizás algunos han escuchado esto antes: "Si un árbol cae en una montaña lejana y nadie lo escucha, ¿hizo sonido?" Para muchos, esta pregunta siempre ha sido más curiosa o chistosa que filosófica, pero estoy seguro de que después de leer la explicación anterior, comenzarán a verle un significado completamente diferente y a encontrar otro sentido a la expresión. Porque ahora, si veremos la lógica a la expresión y nos cuestionaremos: si alguien no escucho el árbol al caer y el sonido es lo que percibimos con nuestros sentidos, y al no haber un receptor (oídos) escuchando, realmente comienzo a dudar de algo tan sencillo ¿Hizo o no sonido el bendito árbol ese? Pues bien, con el tema del árbol comprendido (espero), podemos adentrarnos en el tema que hemos estado explorando: el de la vida más allá.

Lo que quiero expresar con todo esto es que, desde una perspectiva científica cerrada, las posibilidades de encontrar un punto convergente entre la ciencia y la religión son escasas; parecen dos fuerzas colosales que avanzan por el universo hacia una colisión inevitable. Sin embargo, si lo abordamos desde un punto de vista filosófico, puede que encontremos un camino. Ese camino es el del conocimiento del ser humano y su naturaleza.

Entonces, preguntémonos ¿Qué queremos determinar? ¿Si existe vida para el ser humano después de que su estancia en este plano existencial termine? Para responder a esta pregunta, primero debemos preguntarnos si sabemos realmente qué es un ser humano. Es muy probable que desconozcamos completamente, en sentido literal, qué es un ser humano y que lo que conocemos de nosotros mismos sea solo el fenómeno en sí, mientras que nuestra verdadera naturaleza o cómo somos realmente constituye el gran misterio en esta ecuación.

Visto de esta manera, ¿Quién sabe cómo es realmente un ser humano? Es probable que nunca hayamos visto uno. Solo hemos observado, como a través de un espejo, el fenómeno que un ser humano causa, pero nunca al ser humano en sí. El tema es tan complejo que, desde el inicio del capítulo, he estado preparando al lector para que no pierda detalle y entienda por qué abordar el tema desde un solo ángulo es absolutamente imposible. No obstante, ya hemos tocado el tema de la ciencia y lo hemos aderezado con la filosofía; ahora viene el aporte que hace la Biblia sobre la naturaleza del ser humano y sobre lo que realmente somos. Al respecto, les presento los siguientes versículos bíblicos que abordan la naturaleza del ser humano y tratan de explicar qué és.

Génesis 1:27 dice: "Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó." Este versículo expresa cómo el ser humano fue creado a imagen de Dios, lo que sugiere que posee una naturaleza divina y única. Por lo tanto, es lógico pensar que Dios no tiene un cuerpo similar al nuestro, ya que nuestro cuerpo está diseñado para sobrevivir en el entorno terrestre, algo que Dios no necesitaría. 

Lo que implica que cuando se está hablando de hacer al ser humano, quizás también abarca hacerlo desde la otra naturaleza, porque inequívocamente esta no es divina, es absolutamente terrenal y la biblia dice que Dios nos hizo a su semejanza, pensar que se habla del cuerpo humano es decir algo tan blasfemo como que Dios es humano o de alguna forma su increíble Deida y Poder puede ser comparada a la humana. Por lo que rechazamos de plano esa interpretación y concluimos, que este versículo apunta a la creación de otra naturaleza de nuestro ser, la cual desconocemos.

Jeremías 1:5 afirma: "Antes de formarte en el vientre te conocí, y antes de que nacieras te santifiqué, te di por profeta a las naciones." Aquí se revela que Dios conoce y tiene un propósito para cada ser humano incluso antes de su nacimiento, lo que implica una conexión especial y una identidad única para cada individuo. 

Esta afirmación puede interpretarse de dos maneras: Dios visitó mi futuro y me conoció allí, ya que él está presente en todas partes y tiene dominio sobre el tiempo y éste una frontera cuyo pasaporte solo el posee; o bien, el momento de la formación en el vientre materno no marca el inicio de mi existencia, sino simplemente el comienzo de mi paso por este mundo. Por lo tanto, Él ya me conocia en mi forma no humana desde mucho antes que por algún extraño azar del destino viniera a parar aqui, en el planeta tierra, en este lugar, en esta fecha y hora precisa y con esta forma especifica. 

Por lo que, sería posible determinar que lo que veo en el espejo no representa mi verdadera forma, sino la que, por fuerzas biológicas inalterables, he adoptado para manifestarme en este plano existencial (es decir, mi forma observable como fenómeno). Sin embargo, poseo una naturaleza distinta, que he sido yo durante mucho más tiempo del que he estado aquí, aunque no lo recuerdo debido a que es probable que las dimensiones del tiempo no me afecten en ese estado (recordemos que el tiempo solo es perceptible para aquellos que pueden experimentar su efecto a través de una secuencia cronológica procesada por el cerebro). Para las partículas cuánticas, el tiempo es un concepto que no les afecta; lo mismo ocurre con Dios, para quien el tiempo no tiene influencia, como sugiere la Biblia. A pesar de esta naturaleza que hemos tenido durante mucho más tiempo que esta existencia humana, en este plano nuevamente la desconozco.

Salmo 8:4-5 dice: "Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?" Lo anterior, plantea una reflexión profunda sobre la relación entre el ser humano y Dios al contemplar la magnificencia del universo. Al observar la creación celestial, el salmista se pregunta qué lugar ocupa el ser humano en comparación con la grandiosidad divina. 

Este pasaje resalta la humildad del hombre frente a la majestuosidad de Dios, generando un cuestionamiento sobre la verdadera naturaleza y significado de la existencia humana. La referencia a los cielos, la luna y las estrellas como obra de Dios subraya la inmensidad del universo y la perfección de su creación. Ante esta grandeza, el ser humano aparece como una pequeña parte de un diseño celestial mucho más vasto. Sin embargo, a pesar de nuestra aparente insignificancia, el Salmo sugiere que Dios presta atención al ser humano de manera especial, lo que implica una conexión única y significativa entre Dios y el hombre.

Esta relación entre el ser humano y Dios va más allá de lo físico y lo material. Dios no solo nos creó, sino que también nos cuida, nos busca y nos visita, lo que sugiere que nuestra importancia para Él trasciende nuestra forma física y terrenal. Esta reflexión plantea preguntas fundamentales sobre la verdadera identidad del ser humano y su propósito en el universo. ¿Quiénes somos realmente? ¿Por qué Dios nos considera importantes? ¿Acaso nuestra identidad se limita a lo que vemos en el espejo, o hay algo más profundo y trascendental que define nuestra existencia?

Efesios 1:4 declara: "Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él." Este pasaje resalta la creencia de que Dios nos ha escogido desde antes de la creación del mundo (para ser santos y estar sin mancha delante de Él). Indica una predestinación divina y un propósito específico para cada individuo. Por lo tanto, no solo conoce Dios nuestro futuro, sino que también nos habla de una naturaleza inmortal, lo que sugiere que existimos antes de la fundación del mundo. Considerando que este mundo tiene aproximadamente 5.000 millones de años, nuestra existencia se remonta a un tiempo mucho mayor: dicho de otra manera, mi edad y la suya es de por lo menos 5.000 millones de años. Por lo tanto, este cuerpo mortal no representa nuestra verdadera naturaleza como seres humanos; debe haber algo más. ¿Dónde estábamos antes? Ahí está la pregunta interesante, que prometo, más adelante responderé.

Por último, 1 Corintios 13:12 (NVI): "Ahora vemos solo un reflejo en un espejo borroso; en el futuro veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta; pero en aquel entonces conoceré tal como soy conocido". Este pasaje sugiere que en la actualidad nuestra comprensión y percepción de nosotros mismos y de la realidad es limitada e imperfecta, pero en el futuro, en un sentido más completo, llegaremos a comprendernos y conocernos plenamente, de la misma manera en que Dios nos conoce. 

Por lo tanto, definitivamente por la biblia no somos solo lo que vemos fisicamente. Ya que, estos versículos ofrecen diversas perspectivas sobre la naturaleza del ser humano según la Biblia y cómo este es visto desde una perspectiva espiritual y divina. Es decir, usted y yo no somos ese conjunto de huesos, tendones y piel que usamos para percibir la realidad. Realmente podemos validar la filosofía de Kant, que nos ayudó sin querer a resolver esta ecuación. Nuestro cuerpo es el fenómeno observable del ser humano, mientras que nuestra verdadera realidad subyace dentro de un campo no percibido por nosotros y hasta, por lo que sabemos, solo Dios sabe que es un ser humano, es decir, conoce nuestro numéno. 

En esa misma linea, la pregunta sobre nuestra verdadera naturaleza es fundamental y para abordarla adecuadamente, debemos cambiar nuestra percepción de la realidad. Hemos dado un primer paso al dejar atrás la noción obsoleta de que nuestra identidad está ligada únicamente a nuestro cuerpo físico. En verdad, somos solo el fenómeno observable de nuestra propia realidad, mientras que nuestro verdadero yo es un concepto desconocido, un númeno que no podemos decifrar por si solos.

Al respecto, Albert Einstein, con su genialidad única, nos ofrece una perspectiva esclarecedora. Uno de sus postulados sostiene que el universo se originó en un Big Bang que dio origen a toda la energía, materia y antimateria presentes en él. Según uno de sus axiomas fundamentales, la energía no puede crearse ni destruirse, solo transformarse. A partir de esta premisa, podemos definir la vida como un fenómeno complejo que involucra la dinámica interacción entre la energía y la materia. Partiendo de allí, y uniendo la perspectiva bíblica, filosófica y científica, nuestro cuerpo es la manifestación material de la energía que, según la creencia, Dios infundió en cada uno de nosotros, un concepto que el Génesis describe como el "aliento de vida". En esencia, somos seres energéticos que existimos desde el momento mismo de la creación (casi 13.000 millones de años, si le interesa saber su edad).

Para entender esto debemos preguntarnos ¿De qué está compuesta la energía? A nivel cuántico, la energía está intrínsecamente ligada a las propiedades y comportamientos de las partículas subatómicas, así como a las interacciones entre ellas. Se cuantifica en forma de paquetes discretos de energía. En otras palabras, somos esencialmente cuantos de energía que han interactuado a través de procesos físicos y químicos para formar la materia que conocemos como cuerpo humano.

Este proceso tuvo su punto álgido en el intercambio energético de proteínas y ADN que ocurrió en el momento de la concepción. Ese ADN donde cada partícula subatómica almacena toda la información necesaria sobre lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos, solo puede concebirse en presencia de energía, una clase especifica de energía que sea capaz de generar vida. Por lo tanto, dado que somos energía, la muerte física no nos destruye, ya que nuestra esencia, por falta de una mejor palabra, es inmortal e imperecedera. 

No sabemos cómo ni dónde, pero en algún rincón del cosmos, esos cuantos formados por Dios tras el Big Bang de absoluta energia. Donde seguramente existen en una realidad muy distinta a la nuestra, regida por leyes que no se guían por las normas de la física ni del tiempo, en un universo totalmente diferente y ese es el lugar al que sin duda vamos todos al partir de este universo físico. Vamos al universo cuántico, al que yo particularmente, dada mis creencias, llamo cielo.

Esta idea no solo concuerda con los principios bíblicos, sino también con la filosofía y la ciencia. La ciencia no puede probar la no existencia de algo, y es incapaz de descartar la posibilidad de que lo que se plantea aquí sea una realidad científica. En estos cuantos que somos, reside nuestra conciencia, de la misma manera que nuestro código genético está almacenado en nuestro ADN.

Por lo tanto, no hay forma de que usted desaparezca, y esta es una verdad bíblica en la que no necesito profundizar, ya que es lo que nuestra fe cristiana predica. Después de que su cuerpo desaparezca y vuelva a la tierra para convertirse en otra forma de energía, su verdadero ser, su númeno, viajará a ese lugar que la física cuántica llama universo subatómico. Allí, no sé qué sucederá; usted puede creer en un cielo o un infierno, o puede creer que no exista nada de eso. Personalmente, creo firmemente en su existencia. Como lector, tiene la libertad de creer en la reencarnación, negar la existencia de un cielo o un infierno, o adoptar cualquier otra creencia. Sin embargo, es importante recordar que usted comenzó siendo energía y seguirá siéndolo, esté donde esté, ya que la energía es indestructible; usted es inmortal e indestructible amig@ lector.

¿Qué es la luz?

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Otro punto emblemático sobre el universo y la biblia es: la luz ¿Qué es la luz? ¿Qué dice la biblia sobre la luz? la biblia dice que la luz fue hecha exactamente después de haber sido creado el universo, aunque nos habla de días en las traducciones bíblicas, ya se ha aceptado por la comunidad filosófica y teológica que no son días en el sentido literal de nuestros días, sino que se refiere a eras, etapas o periodos universales. Esto, no está tan lejos de lo que dice la ciencia y aunque francamente sea más difícil de hacer encajar como los otros conceptos que hemos mencionado; aparentemente, sí, la luz se creó nanosegundos después de haberse creado el universo o a la par de este, de modo que a medida que el universo se expandía, lo hace también la luz. La teoría del Big-Bang de Einstein ofrece una explicación razonable, dice: que primero se produjo una gran explosión que creó la luz y que a medida que ésta se iba expandiendo lo hizo toda la materia y antimateria del universo: es decir, todo lo que existe en él mismo; lo que podemos ver y lo que no podemos ver. No obstante, al igual que en la biblia, esta teoría carece de maneras de probar, por lo tanto es mejor mantenerse con la mente abierta aguardando nuevos enfoques o nuevos elementos de convicción a favor o en contra de cualquiera de las posibilidades que puedan existir.

 EL PRINCIPIÓ DE LA FE:

Por los momentos, solo nos queda creer en lo que dice la biblia al igual que nos toca aceptar lo que hasta el momento nos dice la ciencia. Ambos campos dejan muchos elementos a la imaginación y hay varios huecos en sus posturas. Pero de momento, la explicación de un creador no puede ser descartada. Por lo menos a mí me gustaría que se probara científicamente que existe un creador; sólo que el mero pensar eso supondría una negación bíblica importantísima: el principio de la Fé. Puesto, que sin ésta es imposible agradar a Ese Creador; al probarse su existencia, dejaría de ser fé (por definición algo en lo que creo sin ver), para convertirse en un hecho, por lo que ya no seria necesaria la fe y entonces me sería imposible agradar a Dios. Ante tamaña afirmación, antagónica y paradógica, pienso que el ser humano no podrá en mucho tiempo probar la existencia de Dios ni mucho menos su no existencia. Aunque bien, llegar a la conclusión de que algo no está presente simplemente porque no tengo forma de probarlo no significa que no esté (la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia... Carl Sagan, 1997). 

Sobre este hecho hay mucho que explicar. Debido, a que los científicos no han encontrado evidencia de un Dios, pero al mismo tiempo sus mismas teorías afirman lo que acabo de decir: no encontrar algo, solo implica no tener los medios necesarios para buscar mejor ese algo; por lo tanto, en ningún momento implica que lo que se está buscando no exista. La partícula de Dios fue una teoría por 50 años hasta que un nuevo colisionador de hadrones más sofisticado y potente en 2014 probó que sí existía. Es decir, por cincuenta años no se encontró, pero eso no implicó que no estuviera allí, solo que no había manera de detectarla.

Exposición final

Si me preguntan a mí, el universo inició con una gran explosión de una partícula creada por Dios, a la que el mismo Peter Higgs (científico que la dedujo hace más de 50 años), llamó jocosamente la partícula de Dios, luego bautizada como Bosón de Higgs, y que es la responsable de la creación de masa en el universo. Pues bien, esa partícula fundamental es la responsable hasta el momento de haber creado el universo, por lo tanto, concluyo que Dios puso a rodar la partícula que creó el universo y que los científicos audazmente la han encontrado. Lo que me da la idea para otro blog: EL TAMAÑO DE DIOS. Por lo anterior, creo fielmente que Dios creo la partícula; por lo tanto sitúo a Dios en el principio creador, y a partir de allí creo apoyar todo lo que dice la ciencia sobre qué pasó luego de ese primer acontecimiento, hacerlo no me hace ateo, solo me hace encontrar a Dios en otro enfoque universal: el científico. 

MUCHAS GRACIAS POR LEERME...

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